lunes, 15 de febrero de 2010


LA RECOMPENSA


Aunque te parezca mentira, lo que te voy a contar sucedió, lo que no recuerdo es si fue en mi imaginación o en la de alguien más. Pero ¿quien dice que la imaginación no es parte de la realidad? Estando aun muy pequeño vi pasar junto a mí un número inmenso de personas, si, los recuerdo, entre ellos llamó mi atención una niña blanca como la nieve, de cabellos largo como las aguas del río que no se dónde va a parar, es que el color que de el se desprendía, me dejaba casi ciego; brillaba como el oro. Sus ojos, en un primer momento, pensé, son de cristal pero rápidamente pude descubrir que se trataba de un manantial de llanto. No pude controlar la curiosidad. Acercándome a ella alcancé a preguntar ¿por qué lloras, qué te asusta, tu madre dónde está? ante que ella hablara le presenté a mi mamá. Con voz alegre le dije: te la puedo prestar ella vive en el cielo solo tienes que decirle mamá y como por arte de magia ella te abrazará. Si quieres vives conmigo mi casa es de verdad su techo pintado de azul me muestra la inmensidad. Mi ropa no te la presto es que llevo una no más pero si de algo te sirve con mis brazos te he de abrigar. De pronto sus ojos se iluminaron. No fue por mis nada más; se oyeron unos pasos se trataba de su mamá una mujer fina y elegante de dulce caminar que la tomó en sus brazos para que dejara de llorar. La niña blanca me presentó a su mamá a quien le pidió que me llevara a su hogar cotó lo sucedido y sin pensarlo dos veces me tomó por una mano. Desde ese día tengo dos mamás.

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